Cuba atraviesa una de sus peores crisis económicas en décadas. La escasez de alimentos, combustible y medicinas, junto con prolongados apagones, una caída del turismo y afectaciones en otros sectores clave como la producción de tabaco, han dejado al país en situación crítica.
En medio de complejo panorama, mientras muchas promesas de Rusia se han desvanecido, China ha actuado de forma más discreta pero decisiva, impulsando proyectos clave en la isla, subraya un análisis publicado este lunes por la agencia de noticias Reuters.
Desde que Cuba se unió a la Iniciativa de la Franja y la Ruta en 2018, China ha invertido en infraestructura estratégica en la isla, incluyendo transporte, puertos y telecomunicaciones. Rusia, por su parte, enfrascada en la guerra en Ucrania y más reticente a asumir riesgos financieros, ha perdido protagonismo, afirma el medio británico.
“Las promesas de Rusia siempre han sido mayores que sus resultados”, dijo a Reuters William LeoGrande, profesor de política latinoamericana en la American University. “Si China está aumentando su ayuda dadas las condiciones desesperadas de Cuba, eso podría ser un verdadero salvavidas”.
La apuesta solar de China en Cuba
En febrero, se inauguró un parque solar en el municipio habanero del Cotorro, en presencia del embajador chino Hua Xin y el gobernante cubano Miguel Díaz-Canel, quien celebró la obra como una “colaboración de nuestra hermana República China”.
Desde entonces, se han puesto en marcha al menos ocho parques solares más, que según datos oficiales aportan unos 400 MW, un tercio del déficit energético diurno de la isla. Se espera que los proyectos chinos eleven esa cifra a más de 1.100 MW para fin de año, lo que cubriría casi toda la demanda diurna, permitiendo conservar combustible para la noche, el horario más crítico.
La meta con China es aún más ambiciosa: construir 55 parques más en 2025 y otros 37 para 2028, sumando un total de 2.000 MW, lo que representaría dos tercios de la demanda actual.
El gobierno cubano ha apostado todo a la energía solar, y la estatal Unión Eléctrica incluye en sus reportes diarios la producción de energía de los parques fotovoltaicos, pero expertos cuestionan la viabilidad del proyecto sin el respaldo de una infraestructura adecuada.
"La energía solar ayuda, pero no es la solución al problema estructural que tiene Cuba", comentó en mayo pasado a Martí Noticias Jorge Piñón, director del Programa de Energía para Latinoamérica y el Caribe de la Universidad de Texas, quien considera que la crisis electroenergética de la isla es "estructural" y que no tiene remedio ni a corto, ni a mediano plazo.
En las últimas semanas, los cortes de electricidad en Cuba han superado en ocasiones las 24 horas, con déficits récord de hasta 1,977 MW.
Por otro lado, los envíos chinos al puerto de Mariel, según datos de navegación revisados por Reuters, han crecido desde agosto de 2024. Los barcos traen paneles solares, herramientas, acero y combustible para su transporte. Esta presencia ya es visible en los caminos del interior cubano, donde camiones con marcas chinas cruzan los baches hacia zonas remotas como Jatibonico.
“Los chinos vienen y revisan cada litro de petróleo, cada ruta que tomamos”, dijo a Reuters Noel González, un camionero que lleva material al parque solar local.
Aunque las inversiones chinas son un alivio, no son la solución total, advirtió el exfuncionario de inteligencia de EEUU Fulton Armstrong: “La Habana no puede contar ni con Rusia ni con China como salvadores mágicos. Solo un volumen masivo de comercio y asistencia china podría sacar a la isla adelante, y eso no parece plausible”, dijo al medio británico.
Rusia: promesas incumplidas
En mayo de 2023, Rusia también parecía lista para ayudar. El viceprimer ministro Dmitry Chernyshenko participó en la reapertura del mayor molino de acero del país, gracias a un financiamiento ruso de 100 millones de dólares. Se prometieron 62.000 toneladas de producción para 2024. La realidad: apenas se produjeron 4.200 toneladas, según la oficina nacional de estadísticas cubana (ONEI), recordó Reuters.
Actualmente, la planta está inactiva. “Cuando está funcionando, se escucha el ruido y se ve a los trabajadores. Pero no he visto señales de actividad en meses”, dijo a la agencia de noticias Esperanza Pérez, vecina de la zona.
Los anuncios de 2023 incluyeron acuerdos para suministro de trigo, apertura de mercados rusos, restauración de edificios históricos y hasta la renovación de la comunidad playera de Tarará. Pero la mayoría de estos proyectos permanecen estancados o abandonados. Reuters intentó sin éxito contactar a CGC Investments, la empresa rusa involucrada, ni obtuvo respuesta de la embajada rusa, según informó.
El reporte señala que parte de la ayuda rusa sí ha llegado a Cuba, incluidos suministros de trigo, petróleo, y el arribo de algunos turistas.
En mayo de 2025, Chernyshenko anunció un nuevo plan para subsidiar inversiones por hasta mil millones de dólares. “Avanzaremos poco a poco. No se puede lograr todo como por arte de magia”, dijo el funcionario del Kremlin desde Moscú.
China también es mala influencia
Mientras se fortalece la alianza de Beijing y La Habana, crecen los cuestionamientos sobre la influencia negativa que pueda ejercer China desde Cuba hacia el hemisferio.
A principios de junio, expertos y activistas alertaron en una conferencia de prensa en Miami que la isla se ha convertido en un "portaaviones de espionaje" al servicio del Partido Comunista chino a solo 90 millas de Estados Unidos.
"China está haciendo en Cuba lo que la Unión Soviética hizo en el pasado, pero con objetivos aún más amplios: hegemonía económica, militar y tecnológica en el hemisferio", advirtió entonces Luis Zúñiga, miembro del grupo opositor en el exilio Directorio Democrático Cubano.
Las preocupaciones vienen, fundamentalmente, por los al menos 12 sitios de inteligencia de señales (SIGINT) activos en el territorio cubano, incluyendo bases en Bejucal, Calabazar, La Habana, Santiago de Cuba, Mariel, Matanzas, Cienfuegos e Isla de la Juventud, que serían operados por China.
Estos sitios tendrían la capacidad de interceptar telecomunicaciones, realizar vigilancia cibernética, espionaje industrial y militar, y hasta operar ataques de pulso electromagnético, según la evaluación de un panel de expertos presentada en mayo ante el Congreso estadounidense.
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